Masculinidades, poder y violencia: El asesinato de Fernando Báez Sosa
On 18/01/2023 by adminPara entender el género, entonces, debemos ir constantemente más allá del propio género. Lo mismo se aplica a la inversa. No podemos entender ni la clase, ni la raza o la desigualdad global sin considerar constantemente el género. Las relaciones de género son un componente principal de la estructura social considerada como un todo, y las políticas de género se ubican entre las determinantes principales de nuestro destino colectivo.
(Connell, 1995)
El lunes 2 de enero comenzó en los tribunales de Dolores el juicio por el crimen de Fernando Báez Sosa, el joven de 18 años asesinado a golpes por ocho varones “rugbiers” (como son mencionados por los medios) a la salida de un boliche en Villa Gesell, de la Provincia de Buenos Aires, Argentina. Los imputados podrían recibir una pena de prisión perpetua por “homicidio doblemente agravado por alevosía y por el concurso premeditado de dos o más personas” y también por “lesiones leves”.Hoy 18 de enero se cumplen 3 años del asesinato de Fernando. Se torna imprescindible que como sociedad podamos amplificar el debate sobre los discursos que estructuran las violencias, las lógicas de poder y la reproducción de estereotipos de género que van moldeando una forma de ser varones. El crimen de Fernando Báez Sosa en Villa Gesell, nos recuerda la rotura de mandíbula de un grupo de “rugbiers” a un joven en Río de Janeiro, la tacleada a un muchacho en San Isidro o el asesinato de Ariel Malvino hace más de 10 años en Brasil. Ignacio Pereyra en su artículo para la Revista Rolling Stone destaca la recurrencia de los hechos violentos que involucran a los varones que practican este deporte. Podemos identificar combinación de elementos que nos permitan analizar la violencia intragénero, machista y clasista que marcan estos sucesos.
Las relaciones de poder, género y clase son articuladores nodales del deporte, en este caso el rugby. Juan Branz en su libro “Machos de Verdad. Masculinidades, deporte y clase en Argentina. Una etnografía sobre hombres de sectores dominantes que juegan al rugby” plantea las vinculaciones para re-pensar las identidades masculinas que ordenan “legítimamente” el mundo de los varones en la sociedad. Branz, en su estudio, destaca que las clases dominantes son las que moldean al rugby esto es: varones de clases dominantes en un espacio de distinción social y cultural (como lo son otros espacios también) que hace más de 100 años moldean un tipo ciudadano. El rugby específicamente, es promotor, productor y reproductor de esa masculinidad dominante generando un sistema de clasificación social y cultural potente que se organiza en exclusivo y excluyente en pares dicotómicos: “macho/marica” y “negro/blanco”. Desde la estética, la retórica y la moral, el rugby se ha erigido como un espacio de distinción y, a la vez, de invisibilización de unos “otros”. Forja identidades personales, pero también colectivas que colaboran con la idea de un Estado en la producción de ciudadanos “deseables”, “honrados”, “decentes”.
Esto nos permite pensar las relaciones de poder y el ejercicio de violencia, en torno a un agrupamiento social que a partir de la acumulación de capital cultural, económico y social demarca jerarquía y desigualdad. ¿La violencia sostiene el poder? Hannah Arendt (2006) afirma que el poder y la violencia son opuestos; donde uno domina absolutamente falta el otro. La violencia aparece donde el poder está en peligro pero por su impulso hace desaparecer el poder. De esta manera, va a sostener que la violencia puede destruir al poder pero es incapaz de crearlo. Por su parte, Chul Han (2016) – que si bien está de moda nos ayuda a pensar las vinculaciones entre poder/violencia-, va a mencionar que el poder crea espacios de actuación, es flexible, se inclina hacia el otro para doblegarlo y encajarlo en su medida de las cosas. La violencia, en cambio, reduce los espacios de actuación a cero, inclina al otro hasta quebrarlo. Mientras que el poder actúa sobre la libertad del otro, la violencia la destruye. El deporte posibilita espacios de socialización y de encuentros, es generador y transmisor de valores, de identidad y pertenencia. El deporte es un fenómeno que se extiende hacia una variedad de ámbitos como la educación, la salud, la economía, la política y la comunicación. El asesinato de Villa Gesell fue la consecuencia de la decisión de un grupo de jóvenes que aprenden, miran, sienten y actúan como deben. La muerte estaba dentro de las posibilidades, dado a que la violencia física fue la opción escogida. La violencia se convierte en legítima en un marco que la hace posible (espacios de actuación creados por el poder). A su vez, resulta indispensable sumarle la mirada reflexiva en torno a las masculinidades. Branz piensa la construcción del campo del rugby en clave sociohistórica, atendiendo a las formas de ser varón, y al cómo conciben y experimentan la masculinidad un grupo de varones provenientes de un sector particular: las clases dominantes. En este sentido, el rugby es un espacio de violencias legítimas, es legítima en el marco de acción de los propios sujetos. Con esto no se quiere afirmar livianamente que todos “los rugbiers” son violentos pero si resulta imprescindible comprender que históricamente el rugby se basó en la distinción sexogénerica, de clase y étnica. De esta manera, podemos distinguir que las reglas de ese espacio no tienen que ver con una “sociedad violenta”, sino, como mencionamos, es una parte que moldea a un tipo de ciudadano.
La cobertura mediática plantea una mirada moral sobre la violencia, como si siempre fuera responsabilidad de un “otro”. No quiero parafrasear a Nietzsche, pero que siempre el malo sea un otrx y nosotrxs somos lxs buenxs es casi, me atrevería a decir, un universal. La bondad siempre está de mi lado y la maldad del otro (“los rugbiers”). Reducir el proceso judicial a buenxs y malxs en lugar de pensar al punitivismo como única solución y esperar que se haga justicia siempre es más sencillo que reflexionar sobre cómo el capitalismo destroza los lazos solidarios o mismo pensar esta situación como un problema social en la cual no hay ni irracionalidad ni se trata de “un grupito de animales”. El rugby no es espejo de la “sociedad”, es una parte. “Los rugbiers” también son responsabilidad nuestra. La violencia forma parte de relaciones sociales contemporáneas. Los jugadores de rugby no crecen aislados, forman parte de un sistema de crianza que incluye madres, padres, colegios y clubes, que a su vez integran una sociedad donde la fuerza es la herramienta masculina por excelencia. ¿Por qué un grupo de varones asesina violentamente a un pibe? ¿Qué queremos decir cuando hablamos normas, mandatos y estereotipos? Las respuestas no son concretas, cerradas y no tienen una única línea de análisis ni de sentido. La relación entre género y clase social es muy compleja para resolverla en unas líneas.
En este hecho, se manifestaron las lógicas propias que articulan la masculinidad dominante, que se organiza en múltiples aristas (sexuales, físicas, sociales, de clase) para determinar un modo de ser varón y de vincularse con otros varones. Aunque analíticamente se puedan distinguir clase y género, en la vida real es difícil separarlos, por lo cual es preferible abandonar cualquier sesgo dualista y estudiar la masculinidad considerando la dominación y subordinación social como un todo, en donde participan los distintos planos de ordenación de las relaciones de género junto con las relaciones de producción y explotación económicas (Benería y Roldán, 1987). La masculinidad entendida como la dominación de unos cuerpos sexuados sobre otros se relaciona con la clase en diferentes formas, la organización de los conjuntos de práctica como clase y sobre todo alrededor de diferentes actividades como el deporte, como el rugby, que producen y reproducen prácticas, relaciones y experiencias de la dominación masculina en diferentes ámbitos como la familia, la sexualidad, la reproducción, el uso del tiempo libre. Los mecanismos de construcción de distancias sociales de tipo jerárquico comparten elementos y mecanismos con la diferenciación social entre los sexos. Fabbri (2021) plantea una re-conceptualización de la masculinidad como dispositivo de poder orientado a la producción social de varones cis hetero, en tanto sujetos dominantes en la trama de relaciones de poder generizadas. Esta conceptualización no pretende negar las existencias de masculinidades en plural, en tanto perfomances de género encarnada por sujetxs diversxs sino que está orientada en precisar la distinción entre una masculinidad en singular, en tanto norma, de la multiplicidad de masculinidades que se ven afectadas por la misma. En este sentido, el autor plantea las resistencias de los varones cis a los procesos de despatriarcalización, entendiendo este proceso como de democratización de las relaciones de poder en los diferentes espacios. Una de las características fundamentales de la masculinidad, como estructura de poder, es su invisibilidad como conjunto de normas, valores, expresiones, roles que definen lo que debe o no ser un varón en nuestra sociedad. La masculinidad parece adquirir notoriedad solo cuando aparece en un cuerpo que no es el del varón blanco heterosexual de clase media.
Además, Fabbri (2021) plantea la masculinidad como dispositivo de poder para dar cuenta del conjunto de discursos y prácticas que se les asigna a los varones por nacer como tales dentro de un orden de género cis hetero patriarcal. De esta manera, comprendemos que los varones tenemos que superar pruebas de valentía, de coraje, físicas, de sexualidad, de virilidad constantemente. No solo “nos recibimos” de varones sino que hay q certificarla en términos de mandatos por eso hay núcleos de violencia emparentadas ejercicios de dominación. La violencia entre varones termina resultando un mecanismo de resolución de conflictos que se encuentra socialmente naturalizada en diferentes ámbitos: en la cancha, en la escuela, en el club, en la calle o a la salida de un boliche. ¿Que pensamos qué es un varón y cómo se produce un varón a nivel social? El homicidio tuvo su punto central en los mandatos de la masculinidad, específicamente el mandato de jerarquía (hay que ser fuertes, competitivos, importantes, llegar alto y lejos, tener reconocimiento) que se vincula con el ejercicio de violencia.
No se trata de que el rugby sea una fábrica de asesinos, sino de que en la cultura de este deporte (como en otros ámbitos de la sociedad) se avalan, se celebran y se reproducen naturalmente una serie de violencias que luego alimentan una estadística dolorosa. Cabe destacar que existen otras expresiones inclusivas de este deporte como Ciervos Pampas (primer club de diversidad sexual en Argentina y América Latina), Pumpas XV (un equipo formado por personas con capacidades diferentes) o mismo Los Espartanos que lograron reducir el índice de reincidencia en las cárceles. Y si hablamos de autocrítica, encontramos una reflexiva carta de Tomás Hodgers, jugador de Atlético del Rosario. El mismo Agustín Pichot, icono del rugby, reflexionó sobre la naturalización de la violencia en el rugby. Me resulta importante destacar de este relato del ex jugador, la conversación que tuvo con su hija cuando sucedió lo de Fernando: “Lo primero que hice fue preguntarle a mi hija que no es del ambiente del rugby(…) después de lo de Fernando, ¿que pensas de los jugadores de rugbier? Son unos quilomberos, patoteros, agresivos…(le contesto la hija)”. Esto me hizo pensar en la capacidad de reflexión que a veces generan las mujeres a diferentes varones (en este caso una hija a un padre), desnaturalizando algo que deja claro Pichot en la entrevista: “el gran problema que hemos tenido como deporte es haber naturalizado la violencia”. Reflexiono sobre la consigna que manifiestan los feminismos “somos las nietas de todas las brujas que nunca pudieron quemar” y me pregunto ¿Cuál es el sujeto político de las masculinidades libres de violencias?
En mi caso particular, cuando hable con mi grupo de pares varones cis (no del ambiente del rugby pero si del deporte) sobre este episodio, además de reclamar una medida ejemplificadora y de sentir bronca por lo sucedido (es tema para otro artículo), uno de ellos planteó que le genera miedo, miedo por su hijo. No es casualidad el rol de padre. Me pregunto si la idea de esas “nietas de las brujas…” que nos traen los feminismos tendrá nietos que no busquen un reconocimiento en ese movimiento sino que permita construir otras masculinidades por la igualdad. En este sentido de reflexión, Bell Hooks (2020) propone al feminismo como un movimiento político de masas que interpele a mujeres y a varones para ponerse en el centro los problemas de los márgenes como la pobreza, el racismo, la explotación laboral, entre otros márgenes. Plantea establecer alianzas pero sin ocultar las desigualdades. hooks menciona a los varones como camaradas en la lucha para erradicar el sexismo pero no para dirigir el movimiento feminista sino para asumir la responsabilidad de la lucha por la igualdad confrontando, exponiendo y transformando el sexismo entre sus pares varones. El objetivo es poder cuestionar en nuestro propio grupos de pares a fin de desarmar los mandatos y privilegios. Disputar ahí el sentido construido y las lógicas de poder, en esos espacios donde la resistencia es mayor.
Luego de este suceso surgieron iniciativas para la conformación de espacios que aborden la violencia desde el trabajo con varones con el fin de pensar las relaciones de género, las desigualdades, los mandatos culturales y sociales de masculinidad y feminidad (Vaccher, 2021). Es decir, generar espacios frente a la dificultad que tenemos los varones para hablar de lo que verdaderamente nos preocupa y nos afecta, compartir miedos, dudas y temores. Espacios para sentirnos y mostrarnos vulnerables. Desde la Dirección de Promoción de Masculinidades para la Igualdad de Género del Ministerio de Mujeres de la Provincia de Buenos Aires, impulsan programas de formación, capacitación de equipos técnicos, campañas de sensibilización para promover la creación y el fortalecimiento de espacios institucionales que trabajen con varones. A su vez, la Dirección, a cargo de Ariel Sánchez, proponen brindar herramientas, recursos y un marco de abordaje para reconocer y modificar lógicas, prácticas y modelos culturales sexistas, discriminatorios y violentos. A nivel nacional, el Programa Interministerial para la Prevención de la Violencia y la Promoción de la Igualdad de Género en el Deporte, llevado adelante por el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad (MMGyD) en conjunto con la Secretaría de Deportes del Ministerio de Turismo y Deportes de la Nación lanzaron la formación “Micaela Deportes: Herramientas para construir un deporte con perspectiva de género y diversidad”. La Ley Micaela (Nº 27.499) establece la capacitación obligatoria en género y violencias de género para todas las personas que trabajan en la función pública, en los tres poderes del Estado, en todos sus niveles y jerarquías. Por primera vez, en Santa Fe se desarrolla una política pública innovadora que interpela y convoca a los varones a ser parte de la agenda de género y de prevención de las violencias con rondas de varones en escuelas, sindicatos y clubes donde los varones se suman a la agenda de género cuando se los convoca, aloja y escucha. El Programa Masculinidades por la Igualdad, a cargo de Luciano Fabbri, tiene el objetivo de promover la corresponsabilidad de los varones en el cambio cultural que nuestra sociedad demanda y necesita para vivir una vida libre de violencias. Además se realizan formaciones en género y masculinidades con equipos técnicos de las áreas locales de municipios y comunas. A su vez, se transfirieron recursos técnicos y financieros a 10 municipios para promover espacios de atención para varones que ejercen y/o ejercieron violencia por razones de género para que asuman responsabilidad, reparen el daño y no reincidan. Por su parte, el Instituto de masculinidades y Cambio Social brinda diferentes recursos y herramientas para abordar la violencia machista, el abordaje de las masculinidades desde la educación sexual integral, políticas de cuidado, políticas de salud en torno a las masculinidades y violencia machista.
Sin lugar a dudas, se espera que haya justicia por Fernando y por toda su familia pero también es necesario cuestionar la hombría que lleva a confrontar los significados profundamente arraigados a mandatos y estereotipos para que no solo el crimen no quede impune sino también para que no vuelva a suceder. Es necesario desarrollar diferentes estrategias desde lo pedagógico hasta lo comunicacional para trabajar con los varones cuestionando las presiones de tener que demostrar. Por eso la importancia de promover políticas públicas desde el enfoque de masculinidades de manera integral porque la construcción de las masculinidades también son una cuestión de género y el trabajo con varones se encuentra desanclado de las políticas de género (Vaccher, 2021). No se trata ni de señalar o estigmatizar a un género o a un deporte ni tampoco de justificar, sino de tratar de comprender cómo aparece la violencia a lo largo de la vida, asumir la responsabilidad y aprovechar la oportunidad para construir otras masculinidades libres de violencias para que sucesos como los de Fernando, que tanto duele a nuestra sociedad no vuelvan a ocurrir. Es una oportunidad para reflexionar sobre la importancia de cómo somos socializados los varones en el camino a recorrer para convertirnos en “hombres”. Por eso este artículo intenta ser una posibilidad de cuestionarse, repensarse, interpelarse y darle importancia al habla y alojar una escucha. Que como sociedad podamos construir un NUNCA MÁS de asesinatos como el de Fernando y que, más allá de las producciones teóricas, podamos involucrarnos desde nuestro propio sentir.
Referencias
Arendt, H. (2006 [1969]) Sobre la violencia. Alianza Editorial
Azpiazu Carballo, J. (2017), Masculinidades y feminismo. Virus Editorial
Benería, L. y Roldán, M. (1987) The crossroads of class & gender: Industrial homework, subcontracting, and household dynamics in Mexico City.Chicago: The University of Chicago Press.
Branz, J. (2018). Machos de verdad. Masculinidades, deporte y clase en Argentina. Una etnografía sobre hombres de sectores dominantes que juegan al rugby. Malisia Editorial.
Chiodi, A., Fabbri, L. y Sánchez, A. (2019) Varones y Masculinidad(es). Herramientas pedagógicas para facilitar talleres con adolescentes y jóvenes. Instituto de Masculinidades y Cambio Social
Connell, R. (1995) “The Social Organization of Masculinity” de Masculinities, del mismo autor, University of California Press, Berkeley, 1995. Blackwell Publishers. Traducción de Oriana Jiménez.
Connell, R. W. (2006) “Desarrollo, globalización y masculinidades”, en Gloria Careaga y Salvador Cruz Sierra (coords.) Debates sobre masculinidades: Poder, desarrollo, políticas públicas y ciudadanía. UNAM, PUEG.
Connell, R.(1987) Gender Regimes and the Gender Order. En Gender and Power. (pp.119–14) Stanford University Press.
Hooks, B. (2020 [2015]). Teoría feminista: de los márgenes al centro. Traficantes de sueños. Traducción: Ana Useros Martín.
De Stefano Barbero (2021). Masculinidades (im)posibles. Galerna
Fabbri, L. (2021). La Masculinidad Incomodada. Homo Sapiens Ediciones.
Han, B. (2016). Topología de la violencia. Barcelona: Herder.
Vaccher, E. (2021). Masculinidades (in)estables. Modalidades de intervención de los grupos psico-socio-educativos destinados a varones que ejercen y/o ejercieron violencia. Las experiencias del Hospital Álvarez y de la Defensoría del Pueblo de la CABA.
Esteban Vaccher
Licenciado en Trabajo Social (UBA), periodista (TEA), egresado de la Maestría en Derechos Humanos y Democracia (CIEP- UNSAM), Coordinador Operativo de Intervención y Contención en Situaciones Críticas de la Defensoría del Pueblo de CABA. A cargo del Espacio de Psicoeducación en Conductas Violentas (EPECOVI) dirigido a varones que ejercen y/o ejercieron violencias por razones de género. Investigador y consultor para el Ministerio de las Mujeres, Políticas de Género, y Diversidad Sexual de la Provincia de Buenos Aires